A nadie se le escapa. Muchos aspectos igual o más importantes tienen que ver con el futuro de la mediación, pero si en los retos no se pone una cruz bien destacada en la gestión de la experiencia de los clientes, mal vamos. El mediador no lo puede perder de vista, aunque sea consciente de su propio poderío, ese que ha echado por tierra los malos augurios que decían que las nuevas tecnologías iban a hacer desaparecer su figura de la faz de la tierra, por lo menos en los seguros de masas. Al mediador le toca lo de siempre, lo que ha hecho bien desde el inicio de los días: el contacto con el cliente. Aunque en esta era y en la futura el valor que le aporta tiene que ser otro, con estrategias.